En el proceso amoroso es posible distinguir varias etapas, en cada una de ellas varían los objetivos y las conductas.

En la primera, la etapa del enamoramiento, Welwood señala que el objetivo es “obtener el nutrimento emocional del que carecieron en la infancia”. 
La pareja se conoce y el otro se transforma en la “media naranja” que otorga el complemento en un todo imprescindible. Brinda todo aquello de lo que se careció en la infancia: cariño, protección, admiración, escucha, tolerancia. Se hacen de lado los intereses habituales, los amigos, las otras actividades, sólo existe el uno para el otro.

Esta etapa tiene un límite en el tiempo, “si es excesivamente prolongada empobrece el vínculo, ya que genera una dinámica progenitor-hijo que va limitando el accionar individual y la interacción entre ambos, al crear estructuras adictivas. Se llega a pensar: sin vos soy nadie, la vida sólo tiene sentido contigo”.

En la segunda etapa, la del crecimiento en el amor, la comunicación es una tarea más ardua y compleja. Al compartir pensamientos, sentimientos y experiencias empiezan a revelarse las diferencias. Es aquí donde ambos deben tener el coraje de expresar sus verdades y distinguir lo que es particular de cada uno de ellos.

“Amares conocer, y cuánto más conozco a la persona que amo, más compruebo que ella o él es alguien diferente a mí, que no es mi reflejo, ni mi sombra, ni mi clon. El amor se va gestando con el conocimiento de todo aquello que hace que yo no sea ella, que ella no sea yo y que no seamos ni intercambiables ni sustituibles en este vínculo que nos relaciona”. Sergio Sinay, en su libro“Vivir de a dos”, continua diciendo: “a medida que ella, él, se sigue manifestando ante mí, más me asombra y me maravilla la revelación de lo distinto que hay en ese ser”.

Más adelante aconseja: “en nuestro aprendizaje de artistas del amor será necesario que ejercitemos la escucha (para oír y entender palabras y significados), la mirada (para ver y observar al otro como es y no como quisiéramos que fuera),la palabra (para no esperar ni exigir que se nos adivine lo que no decimos y también para preguntar) y la aceptación (para tomar lo que miramos, lo que escuchamos y lo que se nos da con el espíritu abierto y dispuesto a dar por bueno lo diferente)”.

La buena comunicación y el respeto por la individualidad del otro son de fundamental importancia para la salud cotidiana de la relación. Sentirnos orgullosos del otro, admirarlo y respetarlo, nos conduce a una intimidad más rica y profunda.

Se debe convenir que no existe una única forma de prosperar en pareja pero sí condiciones claves sin las cuales no es posible gestar vínculos sanos: el conocimiento del otro, la adecuada comunicación, el respeto mutuo y la aceptación de las innumerables diferencias, a sabiendas de que la lista de las afinidades será siempre muy reducida.

La fusión completa con ese otro que es todo para mí, que satisfaga todas mis necesidades y colme mis vacíos, estará siempre fuera de nuestro alcance porque ese otro no existe.

No será sino cuando reconozcamos nuestra responsabilidad personal para tomar el timón de nuestra vida, cuando asumamos nuestra soledad básica, que podremos ser auténticos y entregarnos a otro de un modo más pleno. No necesitaremos ya que otros nos salven o nos hagan sentir bien con nosotros mismos; adquiriremos,entonces, la capacidad de establecer vínculos sanos de amor consciente. 
“La felicidad está dentro de uno, no al lado de alguien”. John Lennon.

A medida que más y más parejas descubran que una relación es más excitante cuando los ayuda a desarrollar recursos más profundos y encontrarse con sus mejores cualidades, el amor consciente, pleno de respeto y comunicación, irá transformándose en una necesidad.

De ahí la importancia de trabajar con la historia personal de cada uno y la historia de cómo surgió la pareja, ya que son los recursos más importantes para recuperar los valores perdidos.

Saludos, Matilde Garvich

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